Cuando vives cerca de tus padres y otros familiares, todo es más fácil. Si algo necesitas, les llamas y listo, resuelto. Te hace falta plata? ahi te prestan, o te regalan!. Si te hace falta dejar a los niños bajo su cuidado, listo, ahi les tienes para ello. Si no tienes trabajo, tranquilo: tu familia te dará de comer a tí y a los tuyos. Si te quedas sin casa, en fin.
Pero cuando no están a tu lado, todo se vuelve tan sensiblemente notable. Digamos que eres inmigrante, o como dicen ahora: “expatriado”. Digamos que alguien despotrica contra los extranjeros… cómo te lo sientes verdad?
Si ves que por ser nacido en otro lado te ponen dificultades para acceder a un servicio (bancario por ejemplo) qué duro es verdad?
O cuando dicen que el nacional merece más que el extranjero, sin contar que es un ser humano, igualito que los demás, que independientemente de su lugar de origen necesita trabajar para vivir y aportar al lugar donde esté, y lo necesita aún más por lo que dije anteriormente!
Estas “preferencias”, de forma oculta, invisible, existen en todo el planeta. Pero esos “detalles” son tan dolorosos.
Pero también es duro el saber que tienes esposa, hijos, que dependen de tí y que alguien te pide que hagas un trabajo y luego no te lo paga, o no te lo paga a tiempo, o no te lo paga completo. O que no tienes trabajo y NO TIENES PAPITOS A DÓNDE ACUDIR a comer, a dormir, o a que te cuiden los niños.
Por eso he aprendido a admirar a los migrantes. Y les pido lo mismo: todos podemos ser migrantes en un momento, o haberlo sido en el pasado, o haberlo sido nuestros familiares. El hecho de que a ellos les haya podido pasar lo mismo (o similar) es una razón fortísima para actuar diferente, para no caer en el mismo mal que los demás.