“Juliana Pérez” (no sé quién le puso mi apellido, supongo que mas bien es “hija” de mis hijos)…así está en su certificado de vacunación.
Raza pequeña, ladraaaaaaaaaaaaaaaa, por cualquier cosa… por cualquier detalle ladra. Digamos que se vuelve repentinamente en toda una leona bonsai.
Una madrugada cualquiera repentinamente alguien comenzó a darle patadas y empujones a la puerta de nuestro departamento, y a tocar el timbre desesperadamente… pero a toda leche!!! “Abre!! Abre por el amor de dios me quieren matar abreeeee!!!”, y patadas van y vienen contra la puerta.
¿Qué haces si te toca algo así a las 2 o 3AM? En mi caso me levanté al instante y corrí a la cocina: Me armé de un bonito matavacas, conocido en mi ciudad de origen como un “pérfilo cortante” o “pérfilo” (traducción: perforo-cortante o cuchillo) con toda la disposición y convencido totalmente de entrarle por encima de la clavícula izquierda o por donde le acertara al intruso si allanaba mi domicilio… era él o mi familia, ok?
El intruso resultó ser (luego de finalizado el incidente) un borracho que se había equivocado de edificio (en mi condominio hay 8 edificios idénticos) y pensaba estaba jugando con sus amigos y pateaba y golpeaba la puerta de “sus amigos” que era la nuestra realmente.
A los pocos gritos de mi esposa el guardia subió y lo retiró.
Ah cierto!!! esteeeee: y Juliana? Hecha un átomo debajo de la cama de su “padre” (mi hijo que ni se enteró del relajo de lo profundamente dormido que estaba)…. y la Juliana sin decir ni “esta boca es mía”. En el momento que más la necesitábamos para ladrar a todo hocico y ella ni respiraba!